El amor es, primariamente, un don que recibimos. En segundo lugar, y como respuesta, es también una conquista de nuestra voluntad, capacitada por el don inicial del amor recibido para, a su vez, amar. En su segundo aspecto, en cuanto obra nuestra, el amor consiste en «descentrarnos», poniendo el propio centro en el otro. Dicen que el amor es ciego, porque no ve los defectos de la persona amada. La verdad es muy distinta. El que ama es el único que sabe ver. Mira más allá de lo externo, de las apariencias, para descubrir en la persona amada algo bueno y digno de ser amado, o que podría llegar a serlo. El que ama conoce los defectos del ser amado, pero no se queda en ellos, sino que va a lo más profundo de su persona y la ama en sí misma, más allá de su comportamiento y de sus errores.
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